17 agosto, 2020 Juan de Aragón "El Fisgón"

Unabomber, por Eduardo Alonso.

“La revolución industrial y sus consecuencias ha sido un desastre para la raza humana”

Así empezaba un ensayo de 35.000 palabras con el título La sociedad industrial y su futuro publicado por el Washington Post un 19 de septiembre de 1995. En él, el autor, un anónimo que firmaba con el seudónimo F.C. (Freedom Club) hablaba sobre cómo los avances tecnológicos no estaban llevando a la Humanidad hacia una era de mayor progreso y felicidad, sino al contrario, nuestra dependencia de las máquinas estaba destruyendo nuestra libertad y el propio espíritu humano, sometiendo a las personas a un cada vez mayor sufrimiento psicológico y degradando el medio ambiente hasta niveles insostenibles, y advertía de la necesidad de rebelarse contra este modelo social antes de que terminase colapsando por sí mismo.

El texto fue publicado entre gran expectativa a escala nacional, no por su contenido, sino por su autor: Tras el alias F.C. no se encontraba otra persona que el terrorista anónimo que desde 1978 había sido responsable del envío de 16 paquetes bomba que habían causado la muerte de tres personas y habían dejado heridas a otras 23. La prensa había bautizado al sujeto desconocido como el Unabomber.

Tras la estela de bombas

La carrera criminal de Unabomber había empezado el 25 de mayo de 1978. Ese día, el profesor de ingeniería de materiales en la Universidad del Noroeste (Illinois) Buckley Crist llamó a la policía del campus tras recibir un paquete devuelto con su nombre en el remitente, algo que le pareció sospechoso ya que él no lo había enviado. El paquete estalló al ser abierto por el agente Terry Marker, que sufrió heridas en la mano izquierda.
En el interior del paquete se encontraba una caja de madera con una bomba casera fabricada con materiales rudimentarios aunque con un alto grado de sofisticación en su diseño, preparada concienzudamente para evitar dejar cualquier huella dactilar u otro tipo de prueba que lo involucrase. Las 15 bombas que mandaría por correo o entregaría a mano durante los siguientes 17 años seguirían el mismo patrón, aunque con variantes en los diseños, y pronto añadiría otro elemento característico en sus creaciones: La firma “F.C.” grabada en alguna parte del artilugio.

Tras otra bomba en la misma universidad, que estalló el 9 de mayo de 1979 hiriendo al estudiante John Harris, el terrorista centró su campaña en las aerolíneas. El 15 de noviembre del mismo año, estuvo a punto de ocurrir una tragedia al colocar uno de sus artefactos a bordo del vuelo 444 de American Airlines entre Chicago y Washington D.C. Debido a un fallo en el mecanismo de detonación, la bomba no estalló, pero soltó humo, obligando a realizar un aterrizaje de emergencia. Doce pasajeros fueron hospitalizados por inhalación de humo, pero no hubo que lamentar víctimas mortales.

El FBI entra en acción

Puesto que atentar contra un avión es un crimen federal en EEUU, el caso pasó a manos del FBI, que lo bautizó como UNABOM (University and Airline Bomber), de donde los medios más tarde sacarían el ya mítico apodo de Unabomber. Por aquel entonces los agentes federales no tenían forma de saberlo, pero esa investigación se convertiría en la más larga y más costosa en toda la historia de EEUU hasta la fecha, con 125 hombres del FBI, la ATF y el Servicio de Inspección Postal dedicados a tiempo completo a intentar averiguar su identidad.
Durante años, la investigación solo llevó a callejones sin salida. Los restos de los artefactos explosivos no aportaban ninguna información concluyente sobre su origen, al estar hechas con materiales de desecho que podrían haber sido obtenidos en cualquier parte.

No se encontraba ninguna huella dactilar, y no había relación aparente entre las víctimas. En 1993 el FBI estableció una línea telefónica gratuita para que cualquiera que tuviera una pista sobre la identidad del terrorista pudiera aportarla, ofreciendo un millón de dólares como recompensa si la información conducía a su detención, pero ninguna de las miles de llamadas que recibieron resultó ser relevante.

Perfiles

En 1980, la Unidad de Análisis de Conducta del FBI elaboró un perfil psicológico del Unabomber en el que lo calificaban como un hombre con inteligencia superior a la media y estudios académicos, sin embargo, este perfil fue descartado en 1983. Un nuevo perfil, basado en el análisis de los materiales usados en sus bombas, lo calificó como un hombre de clase obrera que trabajaba como mecánico de aeronaves.

Mientras el FBI daba palos de ciego, los paquetes bomba seguían llegando por todo el país. El 10 de junio de 1980, Percy Wood, presidente de United Airlines, sufría heridas por todo el cuerpo y cara al estallarle uno en su casa de Lake Forest (Illinois). En 1982, le tocaba a la secretaria de la Universidad Vandelbirt en Nashville, (Tennessee), Janet Smith, y al profesor de ingeniería de la Universidad de Berkeley (California) Diogenes Angelakos, ambos heridos graves por quemaduras y cortes.

Muerte por correo

Entre mayo y noviembre de 1985, dejó otros tres heridos en las universidades de Berkeley y Michigan, a parte de un paquete bomba que fue desactivado en la sede de la compañía Boeing en Auburn, estado de Washington. El 11 de diciembre falleció su primera víctima mortal: Hugh Scrutton, propietario de una tienda de ordenadores en Sacramento (California)

El 20 de febrero de 1987 atacó otra tienda de ordenadores en Salt Lake City (Utah). Esta fue una de las pocas bombas que plantó personalmente en lugar de mandarla por correo, siendo visto poco antes de la explosión por una testigo, lo que permitió a la artista forense Jeanne Boylan dibujar el icónico retrato robot del Unabomber que terminaría por convertirse en un símbolo del caso.
No volvió a atentar hasta junio 1993, cuando dos paquetes, detonados con dos días de diferencia, dejaron heridos graves al genetista Charles Epstein en su casa de Tiburon (California) y al profesor de ciencias de la computación David Gelernter en la Universidad de Yale (Connecticut). Gelernter perdió la mano derecha en la explosión.

Sus dos últimas bombas, ambas con sendas víctimas mortales, fueron enviadas el 10 de diciembre de 1994 y el 24 de abril de 1995. La primera de ellas mató en su casa de Nueva Jersey a Thomas J. Mosser, ejecutivo de Burson-Marsteller, la empresa de relaciones públicas que limpió la imagen de la petrolera Exxon tras el accidente del Exxon Valdez. Con la segunda, asesinó a William Dennison, presidente de la Asociación Forestal de California, un grupo de presión de la industria maderera.

El manifiesto

El punto de inflexión en la investigación llegaría en 1995, cuando el Unabomber escribió cartas a varios medios de comunicación afirmando que si publicaban su ensayo sobre la sociedad industrial abandonaría el terrorismo. Hasta ese momento, los investigadores no conocían ni siquiera la motivación detrás de los atentados, y ahora, tras casi 20 años, al fin tenían una puerta de acceso a la mente del sujeto.

A pesar de las reticencias iniciales, la Fiscal General Janet Reno aprobó la publicación del texto, conocido popularmente como “El Manifiesto Unabomber”, con la esperanza de que algún ciudadano reconociera el estilo de escritura del autor y pudiera dar pistas que llevasen a su detención. Desde su aparición en los medios, el FBI empezó a recibir miles de llamadas al día de gente afirmando conocer al Unabomber, así como cientos de cartas supuestamente suyas.
Entre los miles de personas que leyeron el Manifiesto en septiembre de 1995 se encontraba Linda Patrik, quien se lo enseñó a su marido, David Kaczynski, convencida de que el autor no era otro que el hermano de David, Ted Kaczynski, cuyo estilo reconoció por unas cartas ofensivas que éste le había enviado años atrás.

El sospechoso

Ted había nacido en Chicago en 1942, hijo de dos inmigrantes polacos de clase obrera. A los 10 años su familia se mudó al suburbio de Evergreen Park, en cuyo instituto le hicieron un test de inteligencia que le dio un cociente intelectual de 167. Por ese motivo fue adelantado de curso, lo que le causó problemas para adaptarse y socializar con otros niños. Desde ese momento, sería descrito por todos los que lo conocieron a lo largo de su vida como un “solitario”.
Gracias a su extraordinario intelecto, con tan solo 16 años fue aceptado en la Universidad de Harvard, donde se graduaría en matemáticas en 1962. Siendo un hijo de inmigrantes de clase obrera no lo tuvo fácil para integrarse en un ambiente elitista como aquel, en el que además todos los compañeros le sacaban como mínimo dos años. Pero algo más traumático le ocurrió durante su estancia en la universidad, algo que probablemente influyera en sus posteriores ideas y su rechazo a la sociedad y la tecnología.

¿MKUltra?

Entre 1959 y 1962, Kaczynski, junto a otros 21 alumnos de Harvard, participó en un experimento psicológico llevado a cabo por el renombrado psiquiatra Henry Alexander Murray, al que se cree colaborador del programa MKUltra de la CIA. Durante tres años, una vez por semana los 22 jóvenes entraban en una sala en la que eran sometidos a una humillación verbal sin contemplaciones, con el objetivo de destruir su ego, mientras los electrodos que les habían sido colocados en la cabeza medían las reacciones de su cerebro.

Influyeran estos experimentos o no, sí se tiene certeza de que fue durante sus años universitarios cuando Kaczynski desarrolló su ideario, tomando gran influencia del anarquista cristiano francés Jacques Ellul, quien en su libro de 1954 La sociedad tecnológica denunciaba que la sociedad sirve a la tecnología y no al revés, puesto que la sociedad ya no ve la tecnología como un medio sino como un fin en sí mismo, y que, por lo tanto, los individuos son valorados solo en tanto en cuanto sirvan a ese fin.

Tras su paso por Harvard, Kaczynski cursó sus estudios de máster y doctorado en la Universidad de Michigan, donde su intelecto dejó impresionados a sus maestros. En 1967 empezó a trabajar como profesor asistente de matemáticas en la Universidad de Berkeley, siendo el profesor más joven en la historia de la institución hasta esa fecha.

Una cabaña en el bosque

En 1969 abandonó su prometedora carrera académica y se instaló en una cabaña construida por él mismo al más puro estilo de Thoreau, en una zona remota en medio del bosque, cerca de la localidad de Lincoln (Montana). Sin electricidad, sin agua corriente, sin teléfono o televisión. Su objetivo era volverse autosuficiente para poder vivir de forma autónoma alejado de la sociedad. Para ello aprendió a cazar animales salvajes y a cultivar sus propias plantas, que abonaba con sus desechos.

La tecnología más moderna que poseía eran tres máquinas de escribir. También tenía una bicicleta que usaba ocasionalmente para bajar al pueblo cuando necesitaba comprar bienes de primera necesidad o para acudir a la biblioteca, donde más tarde se supo que se informaba para elegir los nombres de sus víctimas.
Tal como afirmó tras su juicio, la observación de la degradación del medio ambiente en la zona alrededor de su cabaña durante esos años le llevó a la conclusión de que la sociedad industrial era irreformable, lo que terminó motivando su campaña terrorista.

Arresto y juicio

A pesar de que David Kaczynski al principio fue reacio a creer que su hermano era el terrorista más buscado por el FBI, finalmente decidió denunciarlo, solo a cambio de la promesa de que su nombre no se haría público, promesa que no se cumplió, ya que identidad se terminó filtrando y en poco tiempo él y su mujer terminaron siendo acosados por la prensa.
En febrero de 1996, el creador de perfiles del FBI James R. Fitzgerald comparó el Manifiesto Unabomber con un ensayo escrito por Ted Kaczynski en 1971, hallando suficientes coincidencias lingüísticas como para considerar que ambos habían sido escritos por la misma persona, gracias a lo cual consiguió una orden judicial para registrar la cabaña de Kaczynski.
Ted fue arrestado el 3 de abril en su cabaña de Montana, en la que se encontró un paquete bomba listo para ser enviado, así como material para fabricar más, la copia original del Manifiesto Unabomber así como un diario con 40.000 páginas escritas a mano, que incluían detalles sobre la fabricación de explosivos. La propia cabaña fue trasladada para ser utilizada como prueba.
En enero de 1998 empezó el juicio federal contra Ted Kaczynski. En un principio, su defensa trató de evitar la pena de muerte alegando que el acusado padecía desorden mental, pues se le había diagnosticado esquizofrenia paranoide, pero el propio Kaczynski se opuso y destituyó a sus abogados.
El 22 de enero el acusado se declaró culpable de todos los cargos a cambio de evitar la pena capital. Fue sentenciado a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional, condena que desde entonces cumple en la prisión de máxima seguridad de Florence (Colorado).
A los pocos días de ser encarcelado, Kaczynski empezó a recibir cartas de admiradores, gente que había leído su manifiesto y se sentía identificada con su crítica a la sociedad y a la tecnología. Desde entonces, ha recibido miles de cartas, mientras en foros y blogs de internet su figura es reivindicada por individuos que comparten diversos puntos de su ideario y su rechazo a la sociedad moderna, desde ecologistas y anarquistas a ultraderechistas.

David Kaczynski, a quien su hermano nunca perdonó por haberlo delatado, se convirtió en un activista en contra de la pena de muerte a raíz de su experiencia participando en la defensa de Ted durante el juicio.

Eduardo Alonso Vergara

Eduardo Alonso Vergara (1990) es graduado en Historia por la Universidad de Barcelona (UB), ciudad en la que ha nacido y crecido y de la que conoce cientos de secretos que ocultan sus calles. Apasionado por la España del siglo XIX, puede tirarse horas hablando sobre el carlismo si no lo paras a tiempo.

VER MÁS

,

¡Contacta conmigo!

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies