
Cuando cae la noche de ánimas, la del último día de octubre y primeras horas de noviembre, sucede algo verdaderamente especial: dicen que el mundo de los vivos y el de los muertos se superponen, y las almas de quienes ya partieron regresan para merodear entre nosotros. Con esta atmósfera cargada de misterio y expectación, es el momento perfecto para compartir historias que pongan a prueba nuestros nervios, como la que le ocurrió al polifacético Diego Torres Villarroel en torno a 1723.
¿Quién era Diego Torres Villarroel?
Conocido por ser un hombre de múltiples talentos, Diego Torres Villarroel fue sacerdote, catedrático de matemáticas, astrólogo, novelista, investigador de lo insólito, aventurero y, además, un célebre pícaro de su época. Sus múltiples facetas le llevaron a transitar por los más diversos caminos, siempre en busca de experiencias que alimentasen su aguda curiosidad. Y fue precisamente esa mezcla de erudición y osadía la que hizo que la condesa de los Arcos requiriera sus servicios para resolver un extraño problema que la atormentaba en su casona de Madrid.
La inquietante casa de la condesa de los Arcos
Ubicada en la calle Fuencarral de la capital española, la residencia de la condesa vivía inmersa en fenómenos fantasmagóricos: ruidos en la madrugada, golpes secos que retumbaban en los pasillos, lamentos procedentes de habitaciones vacías y el ruido de cadenas arrastrándose por los suelos. El ambiente se volvió tan angustiante que los criados, muertos de miedo, optaron por dormir amontonados en la cocina antes que separarse en habitaciones distintas. Ni siquiera la condesa podía conciliar el sueño, dominada por la ansiedad de no saber qué entidad o ser provocaba semejantes sucesos.
El encargo a Diego y su valiente guardia nocturna
Con la promesa de ofrecerle comida caliente y alojamiento —algo muy apreciado por el joven y necesitado Diego—, la condesa le pidió que pusiera fin a aquellos sucesos inexplicables. Durante once días, y sus respectivas once noches, Diego recorrió pasillos y habitaciones armado con un robusto espadón por si el responsable resultaba ser de carne y hueso. Sin embargo, y pese a su perseverancia, nada ni nadie se dejó ver. En ese constante batallar contra el miedo y las sombras, una noche ocurrió un hecho que lo aterró profundamente: mientras atravesaba un pasillo decorado con seis grandes cuadros, estos saltaron de sus argollas al unísono y cayeron estrepitosamente al suelo. El estruendo fue tal que Diego, por primera vez, sintió verdadero terror.
Desenlace y mudanza inevitable
Tras aquel episodio tan sobresaltado, ni la condesa ni sus sirvientes quisieron permanecer más en una casa que parecía estar plagada de presencias perturbadoras. Finalmente, todos empacaron sus pertenencias y abandonaron la vivienda, dejando tras de sí aquellas paredes que parecían retumbar con lamentos y golpes sin explicación. Hay quien sostiene que eran los espíritus de la familia de los antiguos propietarios, los condes de Moriana, empeñados en atormentar a la condesa de los Arcos. Otros sospechan de alguna travesura o broma llevada a cabo por manos humanas, o incluso de la intervención de duendes bromistas. Sea como fuere, nunca sabremos la verdad.
Lo que sí quedó claro es que, a pesar de su fracaso en descubrir al culpable, Diego ganó algo sumamente valioso para su época y sus circunstancias: una buena cama y comida caliente durante una buena temporada en la nueva residencia de la condesa. Ese fue su agradecimiento por el arrojo y la dedicación que demostró en su intento por poner fin al inquietante fenómeno.
Una historia para contar en la noche de ánimas
Esta historia, que relata Diego Torres Villarroel en sus escritos, pervive como una muestra de cómo las creencias y supersticiones de la época eran capaces de generar auténticos terrores colectivos. Aunque hayan pasado siglos, las leyendas de la noche de ánimas —o de Halloween, como se conoce en muchos lugares— siguen estimulando la imaginación de quienes buscamos relatos sobre sucesos inexplicables.
Si quieres escuchar la narración completa de este relato, te invito a buscar el episodio especial de Halloween en el podcast Tapa Dura, donde he grabado la historia con todo lujo de detalles y la atmósfera que merece.
Tanto si lo crees como si no, no olvides que esta es la noche en que, según la tradición, las almas de quienes ya no están con nosotros se hacen presentes. Tal vez no lo notes, o tal vez sientas un súbito escalofrío cuando escuches un ruido extraño en la oscuridad. Sea como sea, vive esta noche mágica con respeto y curiosidad, y disfruta de historias como la de Diego Torres Villarroel, que nos recuerdan que entre el mundo de los vivos y el de los muertos puede existir una delicada y misteriosa frontera.
¡Feliz noche de ánimas!