Los dragones de cuera

Dragones de cuera
Dragón de cuera. El fisgón histórico ©2017

Los presidios de Nueva España

Desde el siglo XVI, España tuvo que defender sus vastas posesiones en América del Norte, tanto de otras potencias europeas como de las incursiones de las tribus conocidas como “indios bárbaros”, un término que se utilizaba para describir a los grupos nativos que no reconocían la autoridad española. Para proteger estas tierras, España desarrolló un doble sistema defensivo: por un lado, fortalezas abaluartadas para hacer frente a ejércitos europeos en las fronteras externas, y por otro, presidios y misiones fortificadas en el interior para defenderse de los ataques indígenas.

Protegiendo el Virreinato

Los presidios servían como bases para unidades de caballería encargadas de proteger a los colonos dispersos en los extensos territorios del norte del Virreinato de Nueva España, que abarcaban desde la costa del Pacífico (actual estado de Washington) hasta el este de Texas.

Aunque el Consejo de Indias tenía la intención de establecer una red fija de guarniciones en la región de Nueva Vizcaya (norte del actual México) para controlar el Camino Real, las necesidades defensivas y las decisiones de los virreyes modificaban constantemente la ubicación y el número de estos presidios. Un ejemplo de ello fue la negativa del virrey Alburquerque a fundar un presidio en Maipú, respondiendo al gobernador Dávila que “no enviará ni un alfiler”.

A finales del siglo XVI, el virrey Enríquez de Almansa inició la construcción de la primera red de presidios. En 1570 se fundaron los de Celaya, Jerez, Portezuela, Ojuelas y San Felipe; en 1573 los de Fresnillo, Charcas, Sombrerete, Pénjamo y Jamay; y en 1576 los de León, Palmillas y Mezcala. Durante el siglo XVII se expandieron al norte del río Bravo con presidios en Saltillo, Parras (Coahuila), Texas y California. Incluso llegaron hasta la actual Canadá, con el presidio de la isla de Nootka.

La red de presidios evolucionó con el tiempo y en el siglo XVIII, aunque las guarniciones aumentaron en provincias como Nueva Vizcaya, Nuevo México, Sonora, Nuevo León y Coahuila, solo 562 soldados protegían un territorio inmenso. En 1741, la interacción con tribus como los apaches y los seris llevó a la creación de nuevo presidios. En 1764, las reformas y nuevas construcciones fronterizas incrementaron las tropas a 1,271 soldados…una cantidad ridícula teniendo en cuanta el terreno a cubrir.

Una red de protección

A pesar de contar con tan pocos efectivos, esta red de presidios estaba diseñada para proporcionar apoyo mutuo, con destacamentos separados por distancias de entre 27 y 100 leguas. Además, protegían misiones y haciendas cercanas, fomentando el asentamiento civil en los territorios conquistados. Cuando la frontera avanzaba, los presidios abandonados a menudo se convertían en la base para nuevos asentamientos.

Estas fortificaciones, pequeñas y prácticas, se construían con adobe o piedra, en forma rectangular, con unos 100 metros por lado. Incluían torres o bastiones para cañones, aunque carecían del diseño abaluartado que exigían las guerras contra ejércitos europeos, ya que los nativos no contaban con artillería. En cada presidio vivían los soldados, sus familias, sacerdotes y, en algunos casos, exploradores indígenas, sumando no más de 200 personas. Una compañía típica estaba formada por un capitán o teniente, un alférez, un capellán, un sargento, dos cabos y unos 40 soldados, ocasionalmente apoyados por un centenar de exploradores indígenas.

Los dragones de cuera

A los soldados de los presidios que se dedicaban a hacer incursiones y patrullar la frontera se les conocía como Dragones de cuera, y recibían ese nombre por la cuera, una prenda hecha de cuero destinada a proteger a los soldados. Su misión principal era proteger las misiones, aldeas, ranchos y tribus aliadas, así como garantizar la seguridad de las rutas de comunicación que conectaban México con California, Texas y Florida.

El ingreso al cuerpo de los Dragones de Cuera era voluntario, y los reclutas debían firmar un contrato de servicio por diez años. Al principio, todos los oficiales eran españoles, pero con el tiempo también incluyeron italianos, valones y otros europeos del imperio. Sin embargo, la mayoría de los soldados nacieron en Nueva España, lo que les otorgaba una ventaja al estar habituados a las duras condiciones del territorio. Estos soldados fronterizos provenían principalmente de la población mestiza, indígenas hispanizados y esclavos liberados. Mientras que los oficiales solían ser criollos, pocos soldados de rango inferior compartían este origen.

Una tropa nativa

El reclutamiento se centraba en la población local, que estaba familiarizada con el clima y era experta en montar a caballo y rastrear en terrenos difíciles. Para la mayoría de los reclutas, que pertenecían a comunidades pobres, el servicio como dragón de cuera ofrecía beneficios atractivos: además de un salario regular, contaban con atención médica, posibilidad de recibir tierras y oportunidades de ascenso. Su conocimiento de las tradiciones y costumbres locales los hacía particularmente eficaces, tanto en combate como en las relaciones con las comunidades vecinas.

Cuando no estaban en campaña contra tribus hostiles, los dragones de cuera escoltaban convoyes de viajeros y mercancías. También tenían la responsabilidad de custodiar las enormes manadas de caballos y mulas pertenecientes a los presidios, que a menudo eran blanco de los ladrones indígenas. Una guarnición típica de cincuenta hombres solía gestionar más de 500 animales, y la constante vigilancia requerida para protegerlos reducía significativamente el número de soldados disponibles para otras tareas.

El equipo del soldado

Una cedula de fecha 10 de septiembre de 1772 titulada” Reglamento e Instrucción para los Presidios de La Nueva España” insistía:
El vestuario de los soldados de presidios ha de ser uniforme en todos, y constara de una chupa corta de tripe o paño azul con una pequeña vuelta, y collarín encarnado, calzón de tripe azul capa de paño del mismo color, cartuchera, cuera y bandolera de gamuza, en la forma que actualmente las usan, y en las bandoleras bordado el nombre del presidio, para que se distingan unos de otros, corbatín negro, sombrero, zapatos y botines”.

Armados hasta los dientes

Sin embargo, lo mas impresionante era la cantidad de armamento que llevaban estos hombres durante sus largas travesías. A parte de la ya mencionada cuera, los soldados llevaban una adarga o redondela, que era un escudo de estilo árabe hechos en piel, heredados de la presencia musulmana en España. Estos escudos eran perfectos para el enemigo y terreno en el que operaban estas tropas.

Se decía además en el reglamento: «Las Armas del Soldado del Presidio han de constar de Espada ancha, Lanza, Adarga, Escopeta, y Pistolas; la Espada ha de ser del tamaño, y hechura que usa la demás  Caballería de mis Ejércitos; las Moharras de las Lanzas han de tener un pie de toesa de largo, y pulgada y media de ancho, bien reforzadas en el centro, de suerte que formen lomo, y cortantes por ambos lados, con una virola correspondiente, para detener la demasiada introducción, y facilitar su retroceso, y repetición de golpes: La Adarga no variará de las que usan en el día; la Escopeta, igualmente que las Pistolas, estarán montadas, y tendrán las llaves a la española; el cañón de la escopeta tendrá de largo tres pies de toesa, y sobre esta proporción se arreglará la encepadura, de modo que quede el Arma equilibrada cuando se apunte: Los cañones de las Pistolas no excederán de diez pulgadas; el calibre de unas, y otras de diez y seis adarmes; los rastrillos de las llaves serán del mejor temple, para que resistan á la violencia del Sol; los ganchos de las pistolas han de ser muy seguros, y reforzados.»

Soldados a caballo

Cada soldado debía contar con seis caballos, un potro y una mula. Siempre se exigía que al menos uno de los caballos estuviera ensillado, bien alimentado y listo para cualquier emergencia, ya fuera una salida inesperada, un ataque enemigo o la necesidad de prestar auxilio urgente.

La mula desempeñaba un papel fundamental como animal de carga. Además, se recomendaba que los soldados la utilizaran como montura en largos desplazamientos, reservando así a los caballos para que llegaran frescos y en óptimas condiciones al momento del combate.

Fuentes:

Las Guarniciones de los Presidios de Nueva España: Los Dragones Cuera. José María Bueno. (Ministerio de Defensa, 2014)

Banderas lejanas, Fernando Martínez Láinez – Carlos Canales Torres (EDAF, 2010)

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Juan de Aragón "El fisgón histórico"

Ilustrador, aficionado a la historia y curioso en general. He publicado un montón de libros de divulgación historia para los más jóvenes y cuento cosas que me interesan o me llaman la atención en esta web y en redes sociales.

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